viernes, 22 de mayo de 2015

La microbiota intestinal puede determinar la eficacia de las vacunas



Desde la introducción de las vacunas frente al rotavirus en 2006, se ha reducido notablemente la mortalidad y morbilidad en lactantes y niños pequeños a causa de este microorganismo. (En España, si bien la vacunación está recomendada, no se incluye entre las vacunas sistemáticas.) El virus, que causa diarrea grave y deshidratación, todavía mata a más de 450.000 niños cada año en todo el mundo, en gran parte de Asia y África, ya que la vacuna no siempre resulta eficaz. Vanessa Harris, de la Universidad de Ámsterdam, se propuso averiguar por qué esas regiones presentan un elevado porcentaje de lactantes que no responden a las vacunas. Pensó que podría hallar la clave en los microorganismos que residen en el intestino grueso de los niños.

Harris y sus colaboradores realizaron un estudio con 66 niños pakistaníes y otros tantos niños holandeses (grupo de control) a los que se administró la vacuna contra el rotavirus oral. La mayoría de los sujetos holandeses exhibió la respuesta inmunitaria esperada, mientras que solo lo hizo el 10 por ciento de los pakistaníes. Un análisis genético de las muestras de heces obtenidas de cada niño antes de recibir la vacuna reveló una mayor diversidad microbiana en el tracto intestinal de los niños que respondían a la vacuna. Estos también albergaban un mayor número de microorganismos del grupo de proteobacterias.

Muchas proteobacterias se impulsan a sí mismas con la ayuda de un apéndice similar a los flagelos. Estos contienen flagelina, una proteína que se sabe que refuerza la actividad de las células inmunitarias. La abundancia de este tipo de bacterias podría actuar como un refuerzo de la inmunidad natural y, por tanto, también de las vacunas administradas, comenta Bali Pulendran, inmunólogo de la facultad de medicina de la Universidad de Emory, quien no participó en el estudio. Este se presentó el pasado marzo en un simposio de Keystone, en Colorado.

El año pasado, Pulendran y sus colaboradores demostraron la importancia de las bacterias flageladas en la eficacia de la vacuna contra la gripe. Observaron que los ratones que vivían en un ambiente estéril y carecían de bacterias intestinales, así como los que solo eran inoculados con bacterias no flageladas, no lograban generar anticuerpos tras recibir la vacuna, lo que la hacía inútil. En cambio, los ratones normales y los que habían sido inoculados solo con bacterias flageladas presentaron la fuerte actividad inmunitaria típica. Un pequeño estudio con humanos llevado a cabo por el equipo pronto revelará si aparece la misma pauta entre las personas que han recibido tres tipos diferentes de antibióticos de amplio espectro.

Otros factores microbianos podrían influir en la respuesta inmunitaria. Estudios publicados en 2014 en la revista Pediatrics demostraron que la distinta composición de la microbiota intestinal en los lactantes de Bangladesh se correlacionaba con la reacción a las vacunas del tétanos, de la tuberculosis y de la polio oral. En conjunto, estas líneas de investigación indican que las bacterias nativas de nuestro organismo pueden ayudarnos a determinar nuestra respuesta inmunitaria a las distintas vacunas. Queda por ver ahora si tales resultados llevarán a la recomendación del análisis sistemático del microbioma o a la administración de suplementos probióticos antes de la vacunación.

Aun así, un conocimiento más profundo de todos los microorganismos que viven en nuestro interior podría ayudar a los científicos a aumentar de modo notable la eficacia de las vacunas, un avance que podría salvar miles de vidas.

Fuente: Katherine Harmon / Scientific American

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